Ser cristiano no está de moda (y menos aún entre los jóvenes). Lo sabemos. Lo vemos a diario. También lo sabían los primeros cristianos que vivían rodeados del mundo pagano.

Miguel Forcada trae un libro original, breve (apenas 100 páginas), sencillo y provocador. Escrito para el diálogo contigo, joven católico, con guiños a una sanísima rebeldía: si los primeros cristianos cambiaron el mundo entero, a pesar de tanta hostilidad e indiferencia a su alrededor, nosotros también podemos renovarlo.

Su vida era muy atractiva, fascinante para los demás. Vivían en el mundo, pero no eran del mundo. Eran ya ciudadanos del cielo (esa palabra ahora tan lejana a nuestros oídos occidentales). No vivían por una idea, vivían con una persona. Charlaban de tú a tú con Cristo. Por eso su nombre principal era “Cristiano”.

Como no es una casualidad que arrastraran, sin la fuerza de las armas, a medio mundo a la fe, queremos bucear en sus vidas para descubrir quiénes eran y cómo vivían.

¿Y cómo lo hacían? La fe se debilita si no se cultiva. Para tener una fe sólida no basta el nivel de la primera comunión, ni tampoco haber ido a un colegio religioso. Los primeros cristianos se esforzaban en conocer mejor su fe. No solo para dar una respuesta razonable a tantas cuestiones que les planteaban los paganos (como hoy en día, que muchas veces nos sentimos, como cristianos, ametrallados a preguntas a las que no sabemos responder y, entonces, empezamos a flaquear en la fe también nosotros), sino para crecer más en el conocimiento del misterio de Jesús. Porque solo se ama lo que se conoce.

Uno termina de leer este libro con ganas de ser apóstol, católico sin miedo, bien formado, con el fuego de Cristo dentro.

Creo que es muy recomendable por dos motivos: porque refleja una situación muy parecida a la actual, y porque nos inspira el ejemplo admirable de estos hermanos nuestros, ya en el Cielo, que no se acomodaron al mundo.