Jóvenes madrileños hacen la ruta Santos por Madrid acompañados por el cardenal Cobo para aprender a mirar la ciudad como lo hicieron los ocho santos que hay enterrados en la archidiócesis.

Alba y José conversan con una hermana religiosa de María Inmaculada. Foto: Begoña Aragonés

Hay sitios muy cotidianos para los madrileños que esconden santos. «Pasas mil veces por Plaza de España y fíjate…». Ese «fíjate» es para Iñaki asombrarse de que muy cerca, en el colegio de las Madres Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza, está enterrada la fundadora, santa Carmen Sallés, una mujer que dedicó su vida a la educación de los más pequeños. «Amad a los niños y sabréis educarlos», decía. Iñaki es uno de los jóvenes que el pasado sábado, 4 de noviembre, participaba en la ruta Santos por Madrid, una iniciativa puesta en marcha por las delegaciones de Jóvenes y de las Causas de los Santos para que cinco chicos de cada vicaría conocieran este recorrido y pudieran ser altavoces de él en sus parroquias. En definitiva, para que sean «misioneros de la santidad», como les pidió la delegada de Jóvenes, Laura Moreno, al comienzo de la jornada. Un día que arrancó rezando laudes ante la tumba de san José María Rubio, jesuita, el apóstol de Madrid, con un lema de vida: «Hacer lo que Dios quiera y querer lo que Dios hace». Esta frase a José, un chico de la parroquia Santísima Trinidad de Collado Villalba, se le clavó. Había acudido a la ruta junto a su novia, Alba, con quien se casará el año que viene, con la idea de dejarse sorprender.

La delegada de Jóvenes explica la vida de san Pedro Poveda. Foto: Begoña Aragoneses.

Sorprendidos se quedaron todos con las vidas escondidas que fueron descubriendo. Como las que están tras el edificio de ladrillos que da a la plaza de Chamberí, segunda parada del día. Allí las Siervas de María, siguiendo la estela de su fundadora, santa Soledad Torres Acosta, duermen de día y atienden a los enfermos por la noche. Ellas abrieron el camino a la titulación de enfermería en este país y continúan una labor pese a que, a diferencia de sus inicios (siglo XIX), cuando había listas de espera para entrar en los conventos, faltan vocaciones. Por eso las monjas no perdieron la oportunidad de animar a las jovencitas, ya que están allí. José Cobo, el arzobispo de Madrid, que acompañó a los chavales en la ruta, los invitó a que mirasen la ciudad con los ojos de los santos enterrados en la diócesis. «¿Por qué no os ponéis las lentillas de santa Soledad, que son las del cuidado?», les interpeló.

Grupo al completo de los participantes en Santos por Madrid. Foto: Begoña Aragoneses.

La ruta continuó, a pie, hacia la casa madre de las Religiosas de María Inmaculada, casi en la plaza del Dos de Mayo. «Pensar que ellos han estado viviendo en ese mismo sitio…», decía Irene, de la parroquia Nuestra Señora de la Vid, que vino sola pero que fue haciendo amigos, porque otro de los objetivos del día era convivir con los demás. Se refería a los santos como Vicenta María López Vicuña, que en la casa de sus tíos, en la calle Fuencarral, inició su obra de atención a las mujeres que llegaban a trabajar a la capital. Su vida, plasmada en la película La sirvienta, «palpitó» con «la necesidad de promover la dignidad de las personas, especialmente de las mujeres», les contó Cobo. Y también a san Alonso de Orozco, agustiniano, un santo con fama de hacer muchos favores. Canonizado por san Juan Pablo II en 2002, hizo «lo pequeño viviéndolo a lo grande» y tuvo, destacó el cardenal, «la oración como motor de la acción». Una acción que lleva a «mirar a todos por igual y a descubrir en cada persona el rostro de Cristo». Un año después de canonizar a san Alonso, el Papa polaco hizo lo propio con Pedro Poveda, última visita del día. El fundador de la Institución Teresiana «sintió la llamada del Señor para educar» con un método: Jesucristo. Ante su tumba, el arzobispo de Madrid recapituló: los jóvenes se han encontrado con santos que miraron de forma distinta a la ciudad, escuchando lo que «le dolía a Dios»; personas que «no se creyeron superhombres, sino que dejaron que Dios actuara por ellos y a través de ellos, que eso es la santidad, que Dios pase por ti», y que todo lo hicieron «en clave de Iglesia», en comunidad. «Cuidado con poneros delante de estos santos —concluyó—, porque tienen el don de tocar la vida». Como Alba y José, que fueron con el corazón abierto. «Igual el Señor nos quiere pedir algo como matrimonio».

Hasta credencial del peregrino

Inaugurada en la pandemia, Santos por Madrid nació como iniciativa del arzobispo emérito, cardenal Carlos Osoro, para recorrer las tumbas de los ocho canonizados enterrados en la diócesis. A los ya mencionados se suman san Francisco de Borja, san Isidro y santa María de la Cabeza y los santos y beatos mártires del siglo XX, cuya memoria se recuerda en la iglesia de las calatravas. «Tenemos un tesoro muy grande que estamos obligados a guardar y transmitir», animaba entonces el delegado episcopal para las Causas de los Santos, Alberto Fernández. «Que a través de los santos descubramos la alegría de vivir la fe», les dijo a los jóvenes ahora. Hay una credencial del peregrino para sellar en cada uno de los puntos por los que pasa la ruta. Toda la información en santospormadrid.es.

Artículo publicado en alfayomega.es